Diario de un aventurero en chinataun taun taun.

Thursday, November 15, 2007

Haciendo el indio en China.

Por Arkaitz Izarra

Vista nocturna desde la escuela de Martin

10 de octubre. Día 1.

Sir Norman Foster es el primero en recibirte nada mas aterrizar en Hong Kong. Merece la pena pelearse por el sillón de ventanilla para disfrutar del aterrizaje sobre la isla artificial en la que se encuentra el aeropuerto. El avión baja en picado hacia las aguas de la bahía hongkonesa y cuando ya has dejado de lado cualquier discusión metafísica para empezar a rezar como un beato los rezos oídos a la amama, aparece la pista como una lengua de asfalto sobre las aguas y el avión de miles de toneladas (¡o más!) se posa mansamente. Coge la maleta, el pasaporte (más adelante rebautizado como “botellón de paaasssport”), la chamarra, recorre a pie 12km (o menos) pasa cuarenta controles y espera a que se abran las puertas al meeting point.

Y ahí está Martin entre docenas de chinos. Abrazos, llegas con retraso, te veo muy bien cabronazo, ya tenía ganas de que vinierais! En fin, te invito a tomar una birra china y me cuentas. La primera Tsingtao nunca se olvida. En una hora desembarca el resto de la expedición venida desde Tailandia convertidos ya en verdaderos mochileros. A Shenzhen!! Bus + metro + aduana(nuevos controles de passport a los que tendremos que acostumbrarnos a la fuerza. Tutu viaja con un pasaporte de la época ming y retrasa la expedición en cada control) +metro. Por fin en casa, un apartamento de dos estancias donde pasaremos los próximos días en “cordial” compañía.

Un poco de chapa y pintura y todo guapos salimos a cenar a una barbacoa callejera. Tomamos la decisión de no preguntar qué es cada cosa que ingerimos. Acuñamos el another continent another rules que en adelante nos servirá de no poca excusa. Seguimos con unas birras en el bar del camello mientras una pareja de chinos humilla a los Juaris en el futbolín, ni tan siquiera Marto y yo somos capaces de hacerles frente en este maldito futbolín de plástico. También aprendemos a jugar a los txinos con dados y cubilete acompañados por una especie de, según Martin: “chica de compañía que cobra por dar coba a la parroquia pero que no es puta, ojo“. Esta especie de quinito, junto con escupir en la calle y colarse en las colas de espera, son el verdadero deporte nacional. Terminamos en The Face, discoteca bakala llena de maquinetos chinos de metro cincuenta y chinitas sonrientes que invitan a adentrarse en la cultura oriental. Debido a la emoción por el rencuentro con nuestro gran amigo y nuestra naturaleza hedonista, terminamos por adentrarnos demasiado. Como suele ocurrir, nos perdimos los unos de los otros y como siempre, volvimos a encontrarnos en medio de grandes muestras de afecto. Cuando el jefe de la triada local comenzó a zarandear a Tricar e intentaba cercenarme el dedo índice, al parecer Tricar y Gusi se habían bebido su copa y las de sus acompañantes mientras Ternero dormitaba en algún sofa, nos dimos cuenta de que era hora de regresar a casa. No sabemos cómo pero aparecimos en la puerta de la escuela (Marto vive en una escuela). Martin nos esperaba en las escaleras de entrada. Al parecer domina las técnicas ancestrales de meditación budista porque en cuanto advirtió nuestra presencia nos guió hasta el apartamento fresco como una lechuga. Aupa marto! Esto ha empezado de forma inmejorable.

11 de octubre. Día 2.

El jet lag y la Tsingtao no son un binomio muy recomendable. Menos mal que contábamos con Gusi, nuevo gurú de la automedicación, que nos enseño las bondades del ibuprofeno. Y con el buen hacer como guía de Marto que nos llevó a comer a un fast food chino donde la cubertería consistía en guantes de plástico desechables. Probar los baozi, especie de bollo de masa blanca relleno de sopa y carne, bien merece acercarse hasta Shenzhen.

Interior del centro comercial de Luo Hu

Totalmente restablecidos nos encaminamos hacia el Luo Hu. Los mayores mercadillos europeos y bazares árabes, Harrod´s, incluso el corte inglés de Bilbao en fechas navideñas, nos parecen ahora una insignificante agrupación de chiringos donde podría orientarse sin dificultad un niño de cinco años que no levantase setenta centímetros del suelo. En el Luo Hu el espacio tiempo es otra realidad muy diferente a la que conocemos, se dilata, muta constantemente. Atravesar las puertas de este centro comercial supone entrar en una dimensión donde nunca se recorre el mismo camino dos veces pues una vez que nos movemos del punto A al B es imposible regresar porque este se ha convertido en C. Y donde el tiempo, aunque las acciones ocurran a una velocidad endiablada o debido a que nunca se interrumpen, parece parado pues siempre es lo mismo y carecemos de referencias como la luz natural o las pausas para el café (coffee break, el gran invento americano). Martin era el único que podía moverse sin extraviarse así que nos esforzamos en seguirlo de cerca, conscientes de que perderlo de vista sería fatal. Así conocimos al sastre chino de Marto y tras tomarnos las medidas apalabramos una docena de camisas para el día siguiente.

Ricar se toma las medidas en el sastre

Aliviados por salir de una pieza del Luo Hu visitamos Huaqian, el mayor mercado electrónico del mundo. Un rascacielos imponente rematado con una corona de luz y rayos láser que se perdían en las nubes nos dio la bienvenida. La gente se giraba curiosa a mirarnos pero a nosotros nos daba igual, estábamos ante una televisión de proporciones bíblicas que ocupaba la parte inferior de una de las fachadas del citado rascacielos. Nada importa si se tiene una tele así y euskaltel pirateado. Todavía no sabíamos que pronto conoceríamos torres más altas y televisores con píxeles de 10m2. Con todo, tuvimos que socorrer a Ricar que debido a la emoción, a punto estuvo de sufrir un desmayo. Ya de noche, saciados de nuevas experiencias pero hambrientos, fuimos a cenar a un restaurante musulmán-chino. Una ronda de tsingtaos ayudó a relajar nuestra excitación. Estos botellines, ejemplo del buen hacer de una cultura milenaria, de 60cl y en algunos casos de 12º no nos abandonarán ya en nuestro viaje.

Frente al edificio Seiger, en la calle Huaqianbei

12 de octubre. Día 3.

Hoy toca shopping! Nos levantamos excitados como quinceañeras en época de rebajas. Martin no nos acompañará esta vez en el Luo Hu y la idea de perdernos nos aterroriza. Antes hay que coger fuerzas.

Durante el pequeño paseo por el barrio intento acostumbrarme al incesante cambio de escala de las calles y sobre todo a la imagen del bloque residencial tipo. El crecimiento urbano de Shenzhen ha sido el mayor de las historia pero a riesgo de ocurrir de una forma magmática o anárquica se ve apoyado sobre una gran retícula donde se ordenan manzanas de diferentes dimensiones. En estas conviven pequeños bloques de viviendas con gigantescos rascacielos, explanadas que invitan al descanso con pequeños pasadizos que conducen a mercados en patios interiores. Nos damos cuenta de que pasear en china es sorprenderse a cada paso. Aún así hay un elemento que se repite constantemente y me crea cierto desasosiego. Se trata de unas jaulas de barrotes cilíndricos, de escaso diámetro y muy próximos entre sí, que ocupan el espacio del balcón. Rara es la vez en la que la forma y dimensión de las jaulas es la misma en toda la fachada debido a lo que el conjunto puede adquirir cierta gracia, pero ahí queda todo. Generalmente presentan grandes manchas de óxido y están llenas de ropa colgada, cajas, basura etc. La imagen se completa cuando algún chino sale a fumar en camiseta obrera. Explico a Martin que esos espacios me parecen opresivos aunque sean exteriores y él hace una defensa a ultranza de la estética del bloque habitacional chino.


Casa jaula

Arka y el lamian

En esas estamos cuando llegamos al restaurante. Se trata de un restaurante especializado en lamian (padre del ramen japones). Pedimos unos lamien de cerdo (delicioso caldo con verduras, grandes fideos y dados de carne. Puntuación: un 10 unánime) y ludou (puré de lentejas extremadamente dulce. Creo que no existe nada mas dulce, joder que horror) que sólo es capaz de comer Marto.

Luo Hu, revisitado

Estamos solos ante la entrada del Luo Hu. Nos conjuramos como gladiadores y entramos. Gusi es el primero en probar suerte. Compra una tarjeta de memoria para la cámara a muy buen precio y a la tercera foto empieza a dar problemas. Este episodio en vez de desmoralizarnos nos motiva aún más. Somos un equipo! Si nos mantenemos unidos en el momento crucial del regateo podremos ganar. Como en todo equipo, cada uno ha de asumir su papel y Ternero se confirma como el Ronaldinho del regateo, el Zidane del Luo Hu. Primero, calculadora en mano, encara a la tendera ofreciéndole una cantidad muy inferior al precio inicial de la(s) pieza(s). Cuando esta le gana la posición y le cierra espacios riéndose de la ínfima suma el Ternero finta con un “ in mai cauntri de prais is…”. La lucha sigue entre amagos y entradas de roja directa, “mai fers prais uas… and mai last price is…” “ok ai gou. ¿No ves que lo compro ahí al lado?” En el momento en el que el Ternero percibe que la zaguera empieza a dar síntomas de cansancio tira el último regate, una perfecta cola de vaca, dando la espalda a la tendera que se abalanza sobre él aceptando la suma inicialmente ofertada. Es aterrador volver a ver la mirada de total incredulidad y desamparo de Rafa Alkorta en los ojos de los tenderos chinos. El Tutu es un killer y nosotros lo celebramos.
Continuara…

3 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Muy bién Arkaitz.Que prosa tan elaborada,deberias escribir en mi blog, me ibas a quitar el puesto rapidamnte. Yo ya voy por el día 4,mas o menos contamos lo mismo,aunque uno exagera algo más.
Esperamos las siguientes entregas.
Espero algun invitado especial en el blog, ya seas tu,Marto o los Juaris.

6:38 AM

 
Anonymous Anonymous said...

another continent, another rules and a lot of beer, like in homeland

5:07 PM

 
Anonymous darling said...

well done, it all sounds so literary. Take care!

4:52 AM

 

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