Seguridad vial
Creo que el martes estuvimos más cerca de pegárnosla que de costumbre. En el trayecto a Yantian, a bordo de la furgoneta del señor Zou, a menudo tenemos que agarrarnos en algún frenazo, sólo que esta vez la parada fue más súbita y violenta, haciéndonos saltar a Leticia y a mí contra el asiento delantero. No os puedo describir lo ocurrido con exactitud porque mi compañera china de español y yo estábamos enfrascados en una conversación sobre los preparativos del “festival de las lenguas”, un sarao que organiza la escuela el día de navidad para que los alumnos luzcan sus conocimientos de idiomas extranjeros. Los nuestros están empeñados en representar una pequeña obra de teatro en castellano, pero ni a Leticia ni a mí nos gusta la idea. Según Leticia, la obrita que representaron el año pasado (“El traje del rey”) “no salió bien” porque a algunos alumnos no se les da bien actuar, y yo no consigo entender qué sentido tiene representar una obra en un idioma que el público ignora por completo. Los dos preferimos que canten algo facilito para salir del paso, pero los alumnos no se están dejando convencer por motivos que escapan a mi comprensión.
Sin que sus pasajeros hubiéramos salido todavía de la conmoción, el señor Zou, hecho un basilisco, adelantó al autobús contra el que casi nos estrellamos y cruzó la furgoneta delante suyo, ocupando dos de los tres carriles reservados para el tráfico en nuestro sentido. Ajeno al atasco que estaba organizando, Zou sifu se bajó del vehículo y se acercó a la ventanilla del bus para encararse con el otro chofer. Zou, un tipo que siempre se había mostrado afable y simpático en mi presencia, estaba fuera de sí, gritaba y gesticulaba haciendo señas al otro para que se bajara. Creo que el autobusero hizo bien en no seguir sus indicaciones, y por su leguaje gestual deduje que, aunque no era consciente de haber hecho nada malo, no estaba dispuesto a llevarle la contraria a nuestro chofer. Aunque se oían bocinas de fondo, los conductores de los coches más próximos no dieron muestras de impaciencia mientras esperaban a que Zou dijera todo lo que tenía que decir, que no era poco, y hasta le devolvieron el saludo cuando éste les hizo una seña de disculpa y se volvió a la furgoneta.
Más tarde, Leticia me explicó que el autobús había intentado incorporarse al tráfico desde la parada con un giro demasiado brusco. Francamente, creo que en España el infractor hubiera sido el bueno de Zou porque, cuando nos pusimos delante, el autobús todavía estaba muy pegado al margen de la carretera y su orientación no daba a entender que hubiera girado ni mucho ni poco. Pero bueno, esto es China, ¿no?
Aquí las líneas continuas significan lo mismo que las discontinuas, sea dentro o fuera de los túneles, los automóviles tienen preferencia sobre los peatones en cualquier circunstancia, se puede zigzaguear por todos los carriles sin motivo aparente, y las glorietas no existen porque ¿para qué se va a andar uno con rodeos si puede girar en cualquier dirección cuando y donde le place? Por las autopistas circulan ciclistas, peatones, barrenderos y hasta vendedores ambulantes, mientras que los coches y las motocicletas se meten a menudo por las aceras. No corren mucho, por fortuna, y yo, por mi parte, me santiguo al comienzo de cada viaje, como mi amuma.
Sin que sus pasajeros hubiéramos salido todavía de la conmoción, el señor Zou, hecho un basilisco, adelantó al autobús contra el que casi nos estrellamos y cruzó la furgoneta delante suyo, ocupando dos de los tres carriles reservados para el tráfico en nuestro sentido. Ajeno al atasco que estaba organizando, Zou sifu se bajó del vehículo y se acercó a la ventanilla del bus para encararse con el otro chofer. Zou, un tipo que siempre se había mostrado afable y simpático en mi presencia, estaba fuera de sí, gritaba y gesticulaba haciendo señas al otro para que se bajara. Creo que el autobusero hizo bien en no seguir sus indicaciones, y por su leguaje gestual deduje que, aunque no era consciente de haber hecho nada malo, no estaba dispuesto a llevarle la contraria a nuestro chofer. Aunque se oían bocinas de fondo, los conductores de los coches más próximos no dieron muestras de impaciencia mientras esperaban a que Zou dijera todo lo que tenía que decir, que no era poco, y hasta le devolvieron el saludo cuando éste les hizo una seña de disculpa y se volvió a la furgoneta.
Más tarde, Leticia me explicó que el autobús había intentado incorporarse al tráfico desde la parada con un giro demasiado brusco. Francamente, creo que en España el infractor hubiera sido el bueno de Zou porque, cuando nos pusimos delante, el autobús todavía estaba muy pegado al margen de la carretera y su orientación no daba a entender que hubiera girado ni mucho ni poco. Pero bueno, esto es China, ¿no?
Aquí las líneas continuas significan lo mismo que las discontinuas, sea dentro o fuera de los túneles, los automóviles tienen preferencia sobre los peatones en cualquier circunstancia, se puede zigzaguear por todos los carriles sin motivo aparente, y las glorietas no existen porque ¿para qué se va a andar uno con rodeos si puede girar en cualquier dirección cuando y donde le place? Por las autopistas circulan ciclistas, peatones, barrenderos y hasta vendedores ambulantes, mientras que los coches y las motocicletas se meten a menudo por las aceras. No corren mucho, por fortuna, y yo, por mi parte, me santiguo al comienzo de cada viaje, como mi amuma.
1 Comments:
muy interesantes tus impresiones de las ciudades chinas y tu vida de profesor freelance.He leído tu blog en una tarde y me he enterado más de la vida china por tí que por mi hijo que estudia en Lipochun-Shatin en Hongkong.Agur bero bat ntzar harrapatzaile
7:20 AM
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