Teacher's Day
Este domingo fue el día del profesor. Con motivo de esta efeméride mis alumnos me entregaron un gran ramo de flores, y la escuela invito a todos los empleados de sus cuatro centros (unas setecientas personas) a un suntuoso banquete.
La cena se celebró el sábado por la tarde. Los autobuses nos recogieron a las cinco y media de la tarde y para las seis ya estábamos sentados a las mesas del inmenso comedor de un restaurante junto al lago Yinhu, al norte de la ciudad. Aquí el tamaño sí que importa. Una profesora china que había estado en España me comentó una vez, con condescendencia manifiesta, que nuestros restaurantes le habían parecido muy pequeños. Se me pasaron por la cabeza unas cuantas réplicas ingeniosas, pero como tampoco eran muy decorosas, creo que me limité a encoger los hombros y bajar la mirada avergonzado.
Tras una larga tanda de discursos a cargo de los mandamases de la escuela, a la mayoría de los cuales no conocía ni de vista, las camareras empezaron a depositar las fuentes de comida sobre ese genial invento chino que los americanos llaman la “Lazy Suzy”, una plataforma giratoria en el centro de la mesa que permite que se acerque uno la comida o la botella sin tener que levantarse ni pedir que se la pasen.
Tenía ganas de cambiar impresiones con mis nuevos compañeros guiris, pero al estar sentados junto al escenario donde se sucedieron una serie de espectáculos que describiré más tarde, la megafonía hizo imposible una comunicación fluida. Dado que no era lugar para la cháchara, nos concentramos en la comida, recreándonos en la gran variedad de platos de verdura, marisco, pescado y carne. Sorprendentemente no hubo té y acompañamos la comida con zumos variados y vino Great Wall, un vino chino ante el que los sibaritas ponen mala cara, pero que cualquier consumidor ocasional de caldos de Ispaster puede paladear con gusto.
Simultáneamente, se leían por megafonía los números de la tómbola que tenía lugar en el escenario, donde habían colocado el tambor del que se iban sacando. La cosa tuvo su gracia, los primeros diez minutos, pero como nadie en la mesa tenía suficiente interés en llevarse un ventilador de pie, una manta, o una olla multiuso, terminamos haciendo poco caso del sorteo, que se alargó durante las cuatro horas que duró el banquete. En cierta ocasión quise salir un momento a estirar las piernas y descansar los oídos, pero fui interceptado por una de las profesoras chinas de español, que venía de recoger su ventilador, y me obligaron a volver al comedor para escuchar los números.
El sorteo se interrumpió en un par de ocasiones para dar paso a los espectáculos, llevados a escena por los propios trabajadores de la escuela. Hubo unos cuantos números de danzas folclóricas, y diversas interpretaciones canción ligera a cargo de profesoras que habían ganado o habían quedado finalistas en el concurso de talentos del curso pasado. Tres profesoras norteamericanas del campus de secundaria obtuvieron un merecido éxito al enfundarse en unos vistosos vestidos rojos para interpretar (la una tocando el violín, la otra cantando, y la tercera bailando) una melodía tradicional china. También fue una grata sorpresa ver a la señora de las fotocopias, acompañada de otras cuatro mujeres, ofreciendo un hermoso recital de zheng (ese instrumento de cuerda con forma de caja alargada que se coloca horizontalmente para tocarse de forma remotamente parecida al arpa).
Mención aparte merece un número musical que empezó como un baile de salón y terminó como un espectáculo de danza del ballet Entre Amigos de José Luis Moreno. La cosa empezó con unas chicas de faldas con mucho vuelo que bailaban un vals. Al de poco, fueron acompañadas por cuatro tipos de negro, con pantalones brillantes y camisetas de rejilla con lentejuelas, que se quedaron sólos y se pusieron a bailar salsa de forma desenfrenada. Al final, las chicas reaparecieron con un atuendo más alegre para unirse al desmadre.
Yo no daba crédito a mis ojos y me reconcomía el haberme dejado la cámara de fotos en casa. Las instantáneas aquí presentes son cortesía de mi compañera alemana.
A las diez, cuando por fin se terminó la tómbola, los no premiados recogimos nuestros obsequios de consolación (una funda de edredón) y nos subimos a los autobuses para volver a casa.El domingo, día del profesor, recibí un par de llamadas de alumnos del año pasado para felicitarme, un detalle que se agradece.
3 Comments:
Muy bueno, Martín. Este curso promete. Aunque el viaje haya sido duro, merece la pena: como dijo el poeta, debes rogar que el viaje sea largo y lleno de aventuras y experiencias. No renieges de los espectáculos, por cutres que te parezcan. Ya lo dijo Marisol:
La vida es una tómbola
de luz y de color,
y todos en la tómbola
encuentran el amor.
Al loro.
Un abrazo
4:08 PM
Muy buenas Martín!
Ahora que ya estoy aparcada en Gabachilandia podré leerte porque se supone que es el país de la liberté y aquí no se censura ningún blog, y digo bien se supone porque los extranjeros no terminamos de ser bienvenidos.
No llevo ni dos meses fuera de China y como la echo de menos!!!!
Drisfruta tú que puedes.
Un besazo!!
1:29 AM
En este duro comienzo de clase tus escritos me sirven de consuelo :mosus
3:26 PM
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