Discursos
Con motivo del festival de idiomas extranjeros organizado por mi escuela durante esta semana y la siguiente, los profesores y alumnos del campus de secundaria en Yantian nos reunimos ayer en el auditorio para asistir a una competición de discursos. En dicho evento, los alumnos más destacados en las artes de la oratoria debían dar una breve charla sobre el tema “if time went back”, que alguien tradujo al español como “si el tiempo pase atrás”. Lo cierto es que los únicos que competían eran los diez participantes que hablaban inglés, porque sólo había un representante de cada uno de los otros idiomas extranjeros que se imparten en la escuela, y estos ya tenían el premio asignado desde el principio. El certamen estaba patrocinado por la firma japonesa Casio, que regaló diccionarios electrónicos a los tres mejores oradores en inglés y a la alumna de japonés, y relojes digitales para el resto. La mayoría de los discursos giraron entorno a la imposibilidad de regresar a tiempos más felices o de deshacer los errores del pasado, y la necesidad de afrontar el futuro con ilusión, esperanza, valentía, decisión, dedicación, etc.
Creo que el único que se salió del guión fue mi alumno de español, quien, “si el tiempo pase atrás”, hubiera vuelto al 13 de diciembre de 1937 para ver con sus propios ojos los horrores de la invasión japonesa de la ciudad de Nanking, donde los soldados nipones asesinaron a más de 300.000 civiles chinos en tan sólo una semana. A mí no me gustaba el discurso porque me parecía demasiado cruento y patriotero, pero como los demás alumnos de mi clase o no lo hacían muy bien, o ya habían participado en certámenes anteriores, di mi aprobación al mismo. Supongo mi condición de extranjero y mi falta de autoridad en la materia me volvieron demasiado tímido a la hora de decirle a mi alumno que se moderara. Escuchándole hablar en el auditorio me di cuenta de que debía haberlo hecho. La masacre de Nanking no debe caer en el olvido, pero tampoco hace ningún bien recordársela machaconamente a gente que la tiene bien presente. Además, ni las descripciones truculentas (las calles de sangre, las feas caras de los soldados japoneses, los gritos y el llanto de los niños) ni las arengas patrióticas (hay que recordar para que China sea grande) honran a los muertos, más bien al contrario. Gracias a dios, casi nadie entendió una palabra del discurso, aunque más de uno debió preguntarse por qué el chico estaba tan enfadado.
A mí la cosa me dejó bastante mal cuerpo, pero se me pasó cuando llegué a clase y leí la tarjeta navideña que me habían escrito los alumnos del grupo avanzado.
“Quizás sea dios el que nos hace encontrarnos, y por las sonrisas te quedas con nosotros. Ya estamos juntos casi un año. Juntos somos felices y divertidos. Siempre echamos a reír al oír tus jocosas palabras. Juntos vimos "la cuadrilla" y los paisajes de Bilbao. Y es por ti que sabemos la gastronomía de España. Y es por ti que escuchamos tantas canciones bonitas.
No somos personas que saben mucho cómo expresar la emoción, pero con las miradas en nuestros ojos, sabemos que el tiempo que pasamos juntos es feliz.
En el último momento del año, déjanos decirte:
¡Feliz año nuevo!”
Vale, vale... Es una cursilada, de acuerdo, y no es muy discreto por mi parte colgarla en el blog, pero es navidad, qué demontre.
¡Feliz navidad a todos!
Creo que el único que se salió del guión fue mi alumno de español, quien, “si el tiempo pase atrás”, hubiera vuelto al 13 de diciembre de 1937 para ver con sus propios ojos los horrores de la invasión japonesa de la ciudad de Nanking, donde los soldados nipones asesinaron a más de 300.000 civiles chinos en tan sólo una semana. A mí no me gustaba el discurso porque me parecía demasiado cruento y patriotero, pero como los demás alumnos de mi clase o no lo hacían muy bien, o ya habían participado en certámenes anteriores, di mi aprobación al mismo. Supongo mi condición de extranjero y mi falta de autoridad en la materia me volvieron demasiado tímido a la hora de decirle a mi alumno que se moderara. Escuchándole hablar en el auditorio me di cuenta de que debía haberlo hecho. La masacre de Nanking no debe caer en el olvido, pero tampoco hace ningún bien recordársela machaconamente a gente que la tiene bien presente. Además, ni las descripciones truculentas (las calles de sangre, las feas caras de los soldados japoneses, los gritos y el llanto de los niños) ni las arengas patrióticas (hay que recordar para que China sea grande) honran a los muertos, más bien al contrario. Gracias a dios, casi nadie entendió una palabra del discurso, aunque más de uno debió preguntarse por qué el chico estaba tan enfadado.
A mí la cosa me dejó bastante mal cuerpo, pero se me pasó cuando llegué a clase y leí la tarjeta navideña que me habían escrito los alumnos del grupo avanzado.
“Quizás sea dios el que nos hace encontrarnos, y por las sonrisas te quedas con nosotros. Ya estamos juntos casi un año. Juntos somos felices y divertidos. Siempre echamos a reír al oír tus jocosas palabras. Juntos vimos "la cuadrilla"
No somos personas que saben mucho cómo expresar la emoción, pero con las miradas en nuestros ojos, sabemos que el tiempo que pasamos juntos es feliz.
En el último momento del año, déjanos decirte:
¡Feliz año nuevo!”
Vale, vale... Es una cursilada, de acuerdo, y no es muy discreto por mi parte colgarla en el blog, pero es navidad, qué demontre.
¡Feliz navidad a todos!
2 Comments:
Snif, no se te calleron las lagrimas?
Feliz navipeich
4:50 PM
Siempre echamos a reir cuando leemos tus jocosas historias. Juntos hemos aprendido las costumbres de China.
En esta parte del mundo tambien sonreímos cuando pensamos en tí.
ZORIONAK
4:09 PM
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