Diario de un aventurero en chinataun taun taun.

Friday, December 22, 2006

Discursos

Con motivo del festival de idiomas extranjeros organizado por mi escuela durante esta semana y la siguiente, los profesores y alumnos del campus de secundaria en Yantian nos reunimos ayer en el auditorio para asistir a una competición de discursos. En dicho evento, los alumnos más destacados en las artes de la oratoria debían dar una breve charla sobre el tema “if time went back”, que alguien tradujo al español como “si el tiempo pase atrás”. Lo cierto es que los únicos que competían eran los diez participantes que hablaban inglés, porque sólo había un representante de cada uno de los otros idiomas extranjeros que se imparten en la escuela, y estos ya tenían el premio asignado desde el principio. El certamen estaba patrocinado por la firma japonesa Casio, que regaló diccionarios electrónicos a los tres mejores oradores en inglés y a la alumna de japonés, y relojes digitales para el resto. La mayoría de los discursos giraron entorno a la imposibilidad de regresar a tiempos más felices o de deshacer los errores del pasado, y la necesidad de afrontar el futuro con ilusión, esperanza, valentía, decisión, dedicación, etc.
Creo que el único que se salió del guión fue mi alumno de español, quien, “si el tiempo pase atrás”, hubiera vuelto al 13 de diciembre de 1937 para ver con sus propios ojos los horrores de la invasión japonesa de la ciudad de Nanking, donde los soldados nipones asesinaron a más de 300.000 civiles chinos en tan sólo una semana. A mí no me gustaba el discurso porque me parecía demasiado cruento y patriotero, pero como los demás alumnos de mi clase o no lo hacían muy bien, o ya habían participado en certámenes anteriores, di mi aprobación al mismo. Supongo mi condición de extranjero y mi falta de autoridad en la materia me volvieron demasiado tímido a la hora de decirle a mi alumno que se moderara. Escuchándole hablar en el auditorio me di cuenta de que debía haberlo hecho. La masacre de Nanking no debe caer en el olvido, pero tampoco hace ningún bien recordársela machaconamente a gente que la tiene bien presente. Además, ni las descripciones truculentas (las calles de sangre, las feas caras de los soldados japoneses, los gritos y el llanto de los niños) ni las arengas patrióticas (hay que recordar para que China sea grande) honran a los muertos, más bien al contrario. Gracias a dios, casi nadie entendió una palabra del discurso, aunque más de uno debió preguntarse por qué el chico estaba tan enfadado.
A mí la cosa me dejó bastante mal cuerpo, pero se me pasó cuando llegué a clase y leí la tarjeta navideña que me habían escrito los alumnos del grupo avanzado.

“Quizás sea dios el que nos hace encontrarnos, y por las sonrisas te quedas con nosotros. Ya estamos juntos casi un año. Juntos somos felices y divertidos. Siempre echamos a reír al oír tus jocosas palabras. Juntos vimos "la cuadrilla" y los paisajes de Bilbao. Y es por ti que sabemos la gastronomía de España. Y es por ti que escuchamos tantas canciones bonitas.
No somos personas que saben mucho cómo expresar la emoción, pero con las miradas en nuestros ojos, sabemos que el tiempo que pasamos juntos es feliz.
En el último momento del año, déjanos decirte:
¡Feliz año nuevo!”

Vale, vale... Es una cursilada, de acuerdo, y no es muy discreto por mi parte colgarla en el blog, pero es navidad, qué demontre.
¡Feliz navidad a todos!

Sunday, December 03, 2006

Yuyu

Ayer, curioseando con un amigo por las callejuelas y los mercadillos de Hong Kong, me fijé en un puesto en el que, además de diferentes tipos de incienso, había cajas y cajas de algo que parecían juguetes de todo a cien. Al fijarme mejor, me empecé a dar cuenta de la extrañeza de estos artículos: fajos de billetes (dólares, RMB y euros), monedas y lingotes de oro, gafas, relojes, artículos de bisutería, paquetes de cigarrillos con su correspondiente mechero, latas de cerveza y de refresco, televisores de pantalla plana, radios, calzado deportivo y de vestir… y todo más falso que un duro de madera. Aquello parecía un almacén de atrezzo para casas de muñecas de tamaño natural (sólo los coches eran más pequeños de lo habitual). Divertido por nuestro desconcierto, el tendero nos explicó naturaleza y la función de estos objetos. Todo estaba hecho de papel y para ser quemado ante la tumba de un difunto. También nos invitó a examinar otras curiosidades, como los trajes y los vestidos, un horno microondas, o un conmovedor juego de lápices de colores para niños (con tijeritas, regla, goma de borrar y sacapuntas), pero se mostró reacio a vendernos nada porque aquello era para los muertos. Eso me dio todavía más morbo, e insistí hasta comprar un estuche con dos paquetes de cigarrillos y mechero, y un fajo de billetes de 10.000 dólares.
Esta mañana, al mostrar mi hallazgo a mis compañeros de francés y de alemán, la novia china del francés me ha advertido que no debía tener eso en casa porque trae mala suerte. Por lo visto, cuando uno compra estos objetos, debe dirigirse inmediatamente a la tumba del difunto para hacer la ofrenda, nunca guardarlos en casa. A los occidentales nos ha hecho mucha gracia esta muestra de superstición, pero confieso que poco a poco se me ha ido contagiando el temor a ofender a los muertos, hasta el punto de que me estoy planteando pedirle ayuda a algún amigo chino. Antes de empezar a escribir esta entrega he mirado mejor los billetes de 10.000 dólares y se me ha helado la sangre al leer el nombre del banco que los ha emitido: “The Hell Bank”.






Friday, December 01, 2006

Seguridad vial


Creo que el martes estuvimos más cerca de pegárnosla que de costumbre. En el trayecto a Yantian, a bordo de la furgoneta del señor Zou, a menudo tenemos que agarrarnos en algún frenazo, sólo que esta vez la parada fue más súbita y violenta, haciéndonos saltar a Leticia y a mí contra el asiento delantero. No os puedo describir lo ocurrido con exactitud porque mi compañera china de español y yo estábamos enfrascados en una conversación sobre los preparativos del “festival de las lenguas”, un sarao que organiza la escuela el día de navidad para que los alumnos luzcan sus conocimientos de idiomas extranjeros. Los nuestros están empeñados en representar una pequeña obra de teatro en castellano, pero ni a Leticia ni a mí nos gusta la idea. Según Leticia, la obrita que representaron el año pasado (“El traje del rey”) “no salió bien” porque a algunos alumnos no se les da bien actuar, y yo no consigo entender qué sentido tiene representar una obra en un idioma que el público ignora por completo. Los dos preferimos que canten algo facilito para salir del paso, pero los alumnos no se están dejando convencer por motivos que escapan a mi comprensión.
Sin que sus pasajeros hubiéramos salido todavía de la conmoción, el señor Zou, hecho un basilisco, adelantó al autobús contra el que casi nos estrellamos y cruzó la furgoneta delante suyo, ocupando dos de los tres carriles reservados para el tráfico en nuestro sentido. Ajeno al atasco que estaba organizando, Zou sifu se bajó del vehículo y se acercó a la ventanilla del bus para encararse con el otro chofer. Zou, un tipo que siempre se había mostrado afable y simpático en mi presencia, estaba fuera de sí, gritaba y gesticulaba haciendo señas al otro para que se bajara. Creo que el autobusero hizo bien en no seguir sus indicaciones, y por su leguaje gestual deduje que, aunque no era consciente de haber hecho nada malo, no estaba dispuesto a llevarle la contraria a nuestro chofer. Aunque se oían bocinas de fondo, los conductores de los coches más próximos no dieron muestras de impaciencia mientras esperaban a que Zou dijera todo lo que tenía que decir, que no era poco, y hasta le devolvieron el saludo cuando éste les hizo una seña de disculpa y se volvió a la furgoneta.
Más tarde, Leticia me explicó que el autobús había intentado incorporarse al tráfico desde la parada con un giro demasiado brusco. Francamente, creo que en España el infractor hubiera sido el bueno de Zou porque, cuando nos pusimos delante, el autobús todavía estaba muy pegado al margen de la carretera y su orientación no daba a entender que hubiera girado ni mucho ni poco. Pero bueno, esto es China, ¿no?
Aquí las líneas continuas significan lo mismo que las discontinuas, sea dentro o fuera de los túneles, los automóviles tienen preferencia sobre los peatones en cualquier circunstancia, se puede zigzaguear por todos los carriles sin motivo aparente, y las glorietas no existen porque ¿para qué se va a andar uno con rodeos si puede girar en cualquier dirección cuando y donde le place? Por las autopistas circulan ciclistas, peatones, barrenderos y hasta vendedores ambulantes, mientras que los coches y las motocicletas se meten a menudo por las aceras. No corren mucho, por fortuna, y yo, por mi parte, me santiguo al comienzo de cada viaje, como mi amuma.